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Es difícil imaginar algo más triste que un hospital destruido e incendiado como consecuencia de la guerra entre dos partes que se atribuyen recíprocamente la responsabilidad. Cientos de civiles han perecido por el impacto de un cohete que destruyó la única instalación hospitalaria privada de la Franja de Gaza, el hospital Al Ahli, construido y operado por la diócesis de Jerusalén.
Un hospital es, como su nombre lo indica, un lugar al que se acude en búsqueda de salud y protección. El grupo terrorista palestino Hamás sostuvo desde el primer momento que la destrucción fue causada por un misil lanzado por el Ejército de Israel.
La noticia dio la vuelta al mundo, antes de que el Gobierno israelí sostuviera que se trató de un disparo lanzado desde la Franja de Gaza hacia Israel por el grupo islamista Yihad Islámico, organizado y financiado por Irán. De confirmarse esta afirmación, no sería la primera vez que un cohete lanzado por el Yihad Islámico equivoca su ruta y termina matando a quien pretende defender.
Por ahora lo único seguro es que la tragedia del hospital de la ciudad de Gaza ha causado que dignatarios árabes renuncien a la entrevista con el presidente de Estados Unidos, prevista hoy en Amán. El rey Abdala de Jordania, el presidente de Egipto y el presidente de la Autoridad Palestina han invocado el duelo para no asistir a una reunión que la Casa Blanca presentó como una ocasión para hablar directamente con quienes pueden influir sobre el grupo islamista que gobierna en la Franja de Gaza.
La guerra iniciada por el ataque de Hamás se ha cobrado miles de vidas de civiles y puede tener graves repercusiones regionales y globales. El diario israelí comenta: “Biden está en Jerusalén para defender a Israel de sus enemigos. Y de sí mismo”.
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